Acabo de terminar de conversar con un amigo. Comentábamos el histórico discurso que Greta Thunberg dio en el marco de la Cumbre de Acción Climática de la ONU. Su rabia, su pasión conmovedora, su carisma y la claridad de su mensaje nos tenían totalmente deslumbrados…“Pero, ¿viste las críticas que ha generado?” me preguntó de improviso, desatándo mi sorpresa. ¿Qué clase de crítica podría generar alguien que entrega su vida a una causa, más aún, cuando esa causa pone en su centro la defensa de la vida?, pensé. “Mira estas líneas de Twitter”, continuó mi amigo, para sacarme de mi incredulidad.
En los ambientes universitarios, donde cotidianamente me desenvuelvo, no existen dos opiniones acerca del cambio climático, su existencia, las causas que lo han generado, y los devastadores efectos que ha tenido y seguirá teniendo sobre la vida en la tierra. Diferentes perspectivas, desde los más diversos sustentos epistemológicos, concuerdan abiertamente sobre estos asuntos y la necesidad de tomar acciones urgentes para evitar una debacle total.
Basta revisar la Encíclica Laudato Si’, del Papa Francisco, y el manifiesto Antropoceno en Chile: Hacia un nuevo pacto de convivencia, firmado por varios académicos nacionales, o el reporte Global Warming of 1,5ºC, del Intergovernmental Panel on Climate Change, por mencionar solo algunos ejemplos recientes a distinta escala. Por lo mismo, quedé perplejo al leer los montones de mensajes que sin centrarse en el fondo del discurso de Greta, la atacaban personalmente, caracterizándola, entre otras cosas, como una marioneta de intereses ocultos, ONGs transnacionales y un largo etcétera de supuestas instituciones conspirativas. Muchos de quienes lanzaban estas acusaciones eran personas con muchos seguidores en redes sociales, ganados posiblemente en otros contextos de discusión, en base a opiniones personales de gran vehemencia, pero poco fundamento, como las que estaban dando en este caso. Twitteros influyentes, muchos devenidos en columnistas regulares de distintos medios de comunicación. Muy poco de contenido, pero mucho de ruido.
No suelo conectar con este tipo de discurso. Quizás por lo mismo no tengo Twitter. Pero en esta ocasión me pareció demasiado grave lo que sucedía, no solo por los discursos discriminatorios que tuve la desdicha de leer, sino por el esfuerzo inaudito de muchos por desacreditar al interlocutor ante la imposibilidad de referirse al fondo del asunto. Esto porque, más allá de lo manipulado que pueda ser un discurso, el financiamiento que pueda tener tras él, o los intereses que pueda movilizar, lo que dice Greta es cierto: “estamos en el inicio de una extinción masiva, y de lo único que pueden hablar [algunos] es sobre dinero y cuentos de hadas de crecimiento económico eterno”.
Más allá de ideologías específicas, el foco del discurso es el que debe ser relevado: estamos ante una coyuntura que requiere de acción inmediata, y lo que sucede en ella va a marcar la vida de las generaciones futuras de seres humanos que poblarán la Tierra. Si usted no quiere entererarse de lo que está sucediendo, quiere hacer oídos sordos a la información acreditada, sin importar su origen, y quiere encerrarse en sus certidumbres atacando todo lo que le huela opuesto a ellas, le solicito humildemente, a nombre de toda la gente que hace algo por cambiar el mundo, y al menos en este caso, que guarde silencio.
septiembre 27, 2019