Karla Palma, Profesora Asistente, Universidad de Chile e Investigadora Asociada del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres, CIGIDEN.
Claudio Salinas, Profesor asociado, Universidad de Chile y director del Magíster en Comunicación Política de la UCh.
La cobertura noticiosa sobre los incendios ocurridos en las últimas semanas en el país, demuestra nuevamente que el rol del trabajo periodístico es crucial en los momentos de crisis, tanto para entregar información certera, que le permita a las poblaciones tomar decisiones acertadas frente al riesgo y amenazas, como también para dar a conocer lo que implican las crisis y hacer visible públicamente, a quienes enfrentan dificultades. Sin embargo, año a año se repite una cobertura que, frente a los desastres, revictimiza a las personas y se concentra en el “aspecto humano” que no es otra cosa que la dimensión espectacular, dramática y penosa del desastre.
Ya en el 2014 el Consejo Nacional de Televisión informaba sobre este problema en el caso de la cobertura del terremoto en la zona norte y el incendio en Valparaíso, donde el organismo en cuestión destacaba la falta de cuidados en la protección hacia niños y niñas que se incluían en las noticias del desastre, sin atención a sus derechos. Ahora, en el 2022, en el incendio que afectó a la ciudad de Viña del Mar, también hemos asistido a una cobertura que a ratos perturba, pero que sobre todo nos hace preguntarnos si ¿será posible que en Chile recibamos una cobertura noticiosa que, además de informarnos de lo evidente, nos permita enfrentar cada vez de mejor forma los desastres? Y si esto se produjera, ¿qué impacto tendría en nuestra alicaída democracia liberal?
Frente a las amenazas ocasionadas por el cambio climático, el informe del IPCC publicado en el 2022 menciona el aumento de la posibilidad de incendios forestales en Latinoamérica. Por lo tanto, preguntarnos sobre el ejercicio periodístico (es decir, las rutinas de prensa o cómo hacen periodismo) en la cobertura de los incendios y, de los desastres en general, no es solo preocuparnos de la actualidad, que es uno de los requisitos de la noticia, sino que sobre todo, implica poner en perspectiva el rol del trabajo periodístico que pudiese impactar en las políticas públicas (para bien) y que a la vez, construye un conocimiento público sobre los desastres que tiene el potencial de mejorar nuestras condiciones de vida y subsistencia a futuro.
Una cobertura que, junto con captar el instante, sea capaz de promover una pedagogía pública en torno a las crisis y desastres socioambientales, para así construir una mejor resiliencia frente a estos. En el fondo, si miramos en profundidad, una actuación como esta, sería indicadora de una democracia más densa en la que el periodismo y sus prácticas fomentan la discusión y el conocimiento, y menos la afectación sentimental.
Recientemente, finalizamos un estudio financiado por la Agencia Nacional de Investigación (ANID) en el que analizamos la cobertura noticiosa de los incendios forestales que afectaron a la zona centro-sur a inicios del 2017. Como resultado de este análisis, construimos algunos lineamientos sobre cobertura de desastres que, pensamos, pueden ayudar a avanzar en la gestión de estos. Pero también a promover unas maneras (humanas y profesionales) que promuevan una cobertura noticiosa ética y de calidad en la gestión de los desastres. Pasamos a reseñar algunas indicaciones para mejorar las rutinas de prensa en el marco de desastres socioambientales:
Primero, la cobertura de prensa debería tender a desplegar unas prácticas periodísticas que den como resultados piezas noticias que incorporen distintas voces que impliquen contraposición de miradas, de modo tal que el mundo representado traduzca, en alguna medida, la complejidad del desastre, pues se requiere develar su multicausalidad para su comprensión.
Segundo, La cobertura de prensa debería tender a la construcción de un tipo de pieza noticiosa que no coloque en el mismo plano discursivo, y junto con esto su validez, las voces institucionales y las empresariales, con las voces de expertos y los actores sociales de la comunidad afectada. Si no se logra lo anterior, la noticia confeccionada corre el peligro de acentuar solamente las consecuencias político-económicas antes que sus efectos sociales y ambientales. Una cobertura tal supondrá, por tanto, generar una visión unidimensional de los desastres socioambientales, asunto que dificulta la gestión de los mismos.
Por lo tanto, en tercer lugar, planteamos que la cobertura de prensa debería tender a ofrecer no solo distintos puntos de vista, sino que estos deberían ser fruto de los distintos actores que convergen en la gestión del desastre. Esto tendrá como consecuencias unos enfoques o marcos de referencia que sitúen el desastre en toda su magnitud. Al tiempo que cumple el rol de promover el debate público.
Cuarto, la cobertura de prensa debería tender a darle una amplitud temporal más extensa a los desastres socioambientales, Esto quiere decir que se necesita de un enfoque de proceso antes que coyuntural, pues situar la atención en el puro presente de la emergencia (el incendio mismo) podría suponer, también, su descomplejización y una ineficiente gestión del desastre. Y, por tanto, una inexacta comprensión del mismo.
Quinto, la cobertura de prensa debería tender a evitar el empleo de un lenguaje y un enfoque que se centra en la pura emocionalidad/drama de las personas afectadas por el desastre. Esto es un asunto muy sensible, pues no solo descomplejiza la multicausalidad implicada en los desastres, sino que se corre el riesgo de agotar la cobertura en su espectacularidad y de transformar a las personas afectadas en unos agentes que solo les cabe en el relato periodístico la función dramática (y ser objeto de la conmiseración caritativa), donde solo hay morbo y victimización, más no un conocimiento frente a sus circunstancias.
Y sexto, todos los ámbitos delineados funcionan como indicadores de verificación del pluralismo informativo y de la profundidad de la democracia, pues dan cuenta de su calidad y fortaleza, toda vez que la cobertura informativa expresa en las piezas noticiosas la posibilidad de participación o no de las comunidades (la sociedad en sentido extenso) en la gestión de los desastres.
En el momento de la emergencia, quienes ejercen el periodismo se enfrentan a múltiples dificultades en el reporteo, además de enfrentarse a sus propias reacciones (formas simples de descomplejizar la crisis) frente a la desgracia, Sin embargo, incorporar al menos una de estas sugerencias, podría ayudar a mejorar la forma en el cómo se habla sobre los desastres en nuestro país y, con esto, a la larga, contribuir a una pedagogía pública del desastre que nos permita un mejor vivir.
Referencias:
CNTV (2014). Cobertura televisiva del terremoto en la zona norte e incendio en Valparaíso. Percepciones de la audiencia. Santiago de Chile: CNTV
IPCC (2022) Climate Change 2022: Impacts, Adaptation, and Vulnerability. Contribution of Working Group II to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [H.-O. Pörtner, D.C. Roberts, M. Tignor, E.S. Poloczanska, K. Mintenbeck, A., Alegría, M. Craig, S. Langsdorf, S. Löschke, V. Möller, A. Okem, B. Rama (eds.)]. Cambridge University Press.
Cobertura informativa, pluralismo mediático y gestión del desastre. El caso de los megaincendios en la zona centro-sur del año 2017 en Chile, proyecto PLU210006, financiado por la Agencia Nacional de Investigación (ANID), investigadora principal, Dra. Karla Palma.