Las lluvias del invierno altiplánico reactivaron la mayoría de los grandes ríos secos del norte. Las inundaciones no solo afectaron a los pueblos ancestrales de Conchi y San Pedro de Atacama en Antofagasta, Quipisca y Camiña en Tarapacá, si no que ciudades costeras como Arica, Iquique, Alto Hospicio y otras precordilleranas como Calama.
El impacto de esta lluvia tuvieron tres componentes fundamentales: ser muy extensa en cuanto a su distribución geográfica, afectando a tres regiones del norte grande de Chile; una duración inusual, más de 72 horas y la reactivación de los principales ríos del norte, con remociones en masa que sobrepasan en algunos sectores los registros históricos. De manera paradójica, el sistema de lluvias se instaló sobre la diagonal árida que separa las zonas lluviosas del noroeste de Sudamérica (noroeste de Argentina, Paraguay y Brasil) del suroeste de Chile.
Las regiones caracterizadas por lluvias copiosas durante la época estival, en tanto, están siendo afectadas por sequías y altas temperaturas. Los efectos acoplados de este sistema son incremento del riesgo de aluviones y crecidas rápidas de ríos secos y un significativo riesgo de incendios forestales en el sur de Chile.
La pregunta que todos nos hacemos es si previsible y mitigable el impacto de este tipo de eventos. La respuesta no es fácil y contiene varías particularidades que deben ser consideradas. Una es la forma de ocupación del territorio y el riesgo de habitar los ríos secos es evidente y no requiere explicación a la luz de los hechos de este verano. Otra es la falta de un sistema alerta temprana que anticipe el impacto de estos eventos sobre las personas.
Chile no cuenta con un sistema de alerta de inundaciones y remociones en masa por efecto de fenómenos hidrometereológicos extremos. No es lo mismo la alerta meteorológica que la de aluviones y remociones en masa. Esa distinción tiene que hacerse y ponerse en práctica, para ello hay que dotar a las instituciones como Sernageomin de herramientas de modelación que anticipen desde la alerta meteorológica a las potenciales áreas de inundación.
Por otro lado, esperar la reacción del nivel central para establecer el mando y control que caracteriza la emergencia, solo profundizan la dependencia de un mandato central que en ocasiones no ha podido sintonizar con las necesidades de las regiones en temas de desastres. En este sentido Chile requiere, de manera urgente, una propuesta de adaptabilidad territorial que considere el fortalecimiento de las capacidades regionales tanto en la planificación y prevención como en la respuesta ante la emergencia.