Como sabemos todos, Chile es un país muy sísmico. Además, frecuentemente, estos sismos pueden generar otro fenómeno conocido como tsunami, los que pueden afectar a cualquier punto de los más de 4 mil kilómetros de costa que tiene nuestro territorio. Este fin de semana, la alerta de tsunami sonó en miles de celulares por un error en uno de los muchos pasos y procesos con los que cuenta el sistema de alerta.
Si bien no causó daño, esto nos recordó que los tsunamis pueden ocurrir en cualquier momento y que todos debemos estar preparados. En esta ocasión fue un terremoto de magnitud 7.0, el cual generó un tsunami instrumental en la Antártida, con muy poco nivel de peligro. Además de entender qué hacer ante sismos y tsunamis, también es importante entender cómo opera el sistema.
“No hay sistema de alerta que haya sido perfecto. Hasta los más avanzados han tenido dificultades y la tarea es aprender para mejorarlo continuamente, por lo que situaciones como las del sábado son oportunidades”, sostiene el investigador CIGIDEN y académico de la Universidad Técnica Federico Santa María, Patricio Catalán. «Los sistemas de alerta son producto de diseño humano y no son infalibles, sin embargo, – agrega- se hace todo lo posible para que funcionen ante un gran número de situaciones».
Difusión al público
Lo que falló fue el último elemento del proceso: la difusión al público con el Sistema de Alerta de Emergencia SAE. “Es decir, cuando se debía comunicar a la población, y exclusivamente a quienes se encontraban en la Antártida o pudieran ser afectados por un posible tsunami. Es importante reconocer también que existen otros métodos de alertar a la población, como las sirenas de tsunami, por ejemplo, que si operaron de forma correcta”, sostiene el experto CIGIDEN.
Pero ¿cómo opera el sistema Sistema Nacional de Alarma de Maremotos (SNAM) e instrumentos como el SIPAT, que permiten entregar un “diagnóstico” inicial sobre el peligro y afectación de un tsunami, en caso de terremoto y en cierto territorio?
En efecto, existen varias capas de comunicación y falló la que llega directo a la gente. Según el doctor Catalán, lo que debería hacer el software es buscar los celulares que están conectados a las antenas ubicadas en el territorio afectado y enviar el mensaje exclusivamente a esos dispositivos: “El proceso de una alerta tiene muchas etapas. Primero se debe identificar dónde el fenómeno físico (tsunami) puede causar daño. Para lograrlo es necesario detectar antes el terremoto y caracterizarlo. Esta tarea la realiza el Centro Sismológico Nacional (CSN) a través de la recolección de datos de observación terrestre. Así, se cuenta con información de la ubicación del terremoto y su magnitud (se observa y se mide). Esto es muy relevante para estimar el tsunami”.
De acuerdo al académico USM, la segunda etapa es tratar de predecir que es lo que haría el eventual tsunami que generaría ese terremoto. Esta etapa del proceso le corresponde ahora al Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada –más conocido como el SHOA. Como se ve, son entidades distintas las que están cargo de procesar la información y definir las principales características del terremoto, y del tsunami.
Para saber cómo podría comportarse un tsunami, qué sectores del territorio nacional se verían afectados y qué medidas de emergencia se deben adoptar, el SHOA utiliza el Sistema Integrado de Predicción y Alarma de Tsunamis (SIPAT) que fue implementado en 2016 y está respaldado científicamente por los diversos estudios que se realizaron a lo largo de su desarrollo, liderados por el académico del Departamento de Obras Civiles de la USM, Patricio Catalán, junto a investigadores de CIGIDEN, PUC y SHOA.
Estimación del tsunami
SHOA realiza una evaluación técnica con SIPAT y estima la altura del tsunami en la costa y su peligro. Pero informar la altura que tendrá el tsunami es poco útil, por lo tanto, el valor de altura se convierte a una escala de amenaza: 1) Informativo (si el tsunami tendría menos de 30 centímetros) 2) Precaución (si su altura en costa es entre 30 centímetros y un metro), 3) Alerta (si la altura es entre uno y tres metros), y 4) Alarma (si es mas grande que tres metros) .
“El SHOA evalúa técnicamente el tsunami y esa información es transferida a la ONEMI. Aquí comienza la fase de decisiones y definición de criterios que indican cuán peligroso es el evento para la gente, para finalmente informar a la población”, dice Catalán. Ante una amenaza de origen natural, por lo tanto, la ONEMI informa una de las siguientes acciones en la población: 1) Informar que no hay peligro y no se debe evacuar, cuando la evaluación técnica del SHOA es Informativo; 2) Evacúe la costa, entendido como playas y hasta 80 metros de ríos costeros y el mar, si la evaluación indica Precaución y 3) Evacúe toda la zona de inundación, si la evaluación técnica del tsunami indica Alerta o Alarma.
El experto insiste que “lo que ocurrió con el SAE es grave, pero hay que reconocer que el sistema funcionó casi en su totalidad y generó que el país reaccionara de una manera diferente. Hemos avanzado mucho desde el terremoto de 2010”. Asimismo, sostiene que una dificultad adicional es que “nuestro sistema de emergencia es disperso y recae en varias instituciones, lo que requiere de una estandarización precisa en los protocolos, confiabilidad en las comunicaciones de la emergencia, sumado a un déficit en el presupuesto».
“El sistema de alerta de tsunami en un país con una enorme costa hay que abordarlo como un tema de Estado, no de gobiernos. En Japón solo una institución está a cargo, en Chile en cambio, participan de este proceso el CSN, SHOA, la ONEMI y las oficinas regionales de ONEMI, carabineros y la Armada, y finalmente, también la población, que debe saber que hacer. Esto dificulta el proceso en todas sus etapas”, concluye el experto.