Los ríos de montaña representan la mayor parte de la red hidrográfica de Chile y las constantes intervenciones humanas están alterando sus dinámicas y procesos, generando eventos extremos más frecuentes y no deseados, que han convertido a estos ríos en los que concentran la mayor cantidad de riesgos. Para profundizar más en ese tema y aprovechando además la visita del académico argentino Gabriel Kaless, es que se desarrolló a comienzos de octubre el seminario “Dinámica y procesos de Ríos de Montaña. Desde la morfología al manejo”.
“Los ríos de montaña son distintos a los ríos de llanura”, partió explicando el profesor Luca Mao, “determinan la erosión de los valles y la evolución del paisaje; el input de material orgánico y sedimentos; y, son susceptibles a cambios en el uso de suelo”. Y es esta última característica, la que los hace un tema de estudio primordial para Chile.
Lo anterior, se suma a que las crecidas son impulsivas y difíciles de predecir, el periodo de retorno entre un evento de crecida y otro en este tipo de ríos, es muy alto. “Como pueden pasar varios años entre un evento y otro, es fácil olvidarse del carácter de estos ríos y se ocupan áreas que pertenecen a la zona fluvial, lo que favorece un mal manejo de estas áreas que son de riesgo”, agregó Mao.
Uno de los principales desafíos en este tema es el monitoreo de estos ríos y su carga de sedimentos. Esa fue la principal conclusión de un interesante debate que se generó entre los académicos y los asistentes, que incluyó profesionales de las direcciones General de Aguas y de Obras Hidráulicas del Ministerio de Obras Públicas. “Es muy difícil manejar y convivir con los ríos si no se tienen esos datos”, explicó Mao. Y otro de los temas considerados por los participantes fue la incidencia de la extracción de áridos, que también puede amplificar las consecuencias de eventos extremos.
RÍOS DE MONTAÑA Y EL CASO DEL ALUVIÓN DE CHAÑARAL
“¿Qué pasa con los ríos de montaña durante eventos extremos?”, fue la pregunta central de la presentación del investigador de CIGIDEN Cristián Escauriaza, y que respondió desde el evento de Chañaral de 2015.
“En Chañaral no había casi nada de información” explicó Escauriaza, “y los eventos de inundación o la forma en que los ríos evolucionan, ocurren a escalas de tiempo más largas, entonces la gente se olvida”.
Los ríos son distintos y las dinámicas sobre cómo se desenvuelven y evolucionan también varían. Dependen de factores naturales como la vegetación, el tipo de suelo, el clima, la hidrología; y de factores antrópicos como el uso del suelo, el crecimiento urbano, la planificación, los encauzamientos, etc.
“Lo que ocurrió en el río Salado, se encuentra también influenciado por las características de la cuenca, muy distintas a la que uno se podría encontrar en términos de vegetación y tipo de suelo en el resto del país” expuso Escauriaza, y en cuanto a los factores antrópicos, “influyó el encauzamiento, el depósito de relaves en la desembocadura, y el crecimiento de la ciudad de manera no planificada”.
“Por el post-evento, es normal tener el pensamiento hombre versus naturaleza y después de un evento extremo, el hombre quiere volver a reocupar los espacios y confinar aún más el río, encauzarlo y dominarlo de alguna forma. Sin embargo, esta no es necesariamente la mejor estrategia para evitar más riesgos futuros. Habría que conocer más los ríos, y aprender cómo convivir con ellos de forma sustentable, y se puede”, reflexionó el profesor Luca Mao.
Pese a todo, el futuro del estudio de los ríos y en especial de los de montaña es positivo. Italia, Suiza y Austria tienen investigación importante en el tema, en general todas las áreas alpinas con mucha densidad de población; y Japón también se ha convertido en un referente. Y en Chile, donde hay un predominio de zonas cordilleranas, hay un renovado interés por el tema en la academia y desde distintas disciplinas, permitiendo un estudio de los ríos de manera forma integrada.