Presentan informe con recomendaciones y aprendizajes tras las inundaciones en la región del Maule

A raíz del evento hidrometeorológico ocurrido entre el 21 y el 26 de junio, expertas y expertos de diversas disciplinas del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (CIGIDEN) se desplegaron en terreno con el fin de levantar datos en la Cuenca del Río Maule y la Cuenca del Río Mataquito.

A partir de esta visita, elaboraron un informe conjunto que señala que en todos los sectores de Licantén se presentó inundación de viviendas, alteración de servicios básicos (agua potable y/o suministro eléctrico), infraestructura vial interrumpida y pérdidas agrícolas, a excepción de Contantue (Curepto) en donde solamente se presentaron daños agrícolas.

“Este documento tiene por objetivo presentar un análisis del comportamiento de la amenaza, el daño provocado y de la experiencia de las y los habitantes afectados por la inundación. A partir de estos análisis, nos interesa plantear ciertos aprendizajes y recomendaciones aplicables a los procesos de prevención y respuesta al evento, pero por sobre todo, hacia los procesos de recuperación y reconstrucción”, señala el director de CIGIDEN y académico de Ingeniería UC, Rodrigo Cienfuegos. 

Si bien, las y los expertos de CIGIDEN tienen claro que el evento de junio tuvo una afectación menor que el evento acontecido en agosto de 2023, advierten que la experiencia previa “nos permite identificar ciertos ámbitos de mejora para la respuesta y recuperación de eventos de inundación. Es más, la mayoría de las recomendaciones también pueden ser aplicables a desastres asociados a otros fenómenos naturales”. 

De hecho, al momento de finalizar este Informe Post desastre del evento de junio 2023 sobre el Río Maule y el Río Mataquito, ya estaba ocurriendo una nueva inundación en la zona, por lo que al final de este documento, se suma un addendum que actualiza análisis preliminar de los eventos de precipitación ocurridos entre el 21 y el 26 de junio y también se realiza un análisis comparativo con el evento ocurrido entre el 18 y el 23 de agosto 2023, en torno a la cuenca del Río Mataquito, en específico.

En la foto, Lester Olivares – Créditos: Diego Salinas | Equipo de comunicaciones CIGIDEN

Fuertes precipitaciones y altas temperaturas 

El documento disponible en el sitio web de CIGIDEN, se compone de un análisis satelital del comportamiento del evento y una caracterización hidrometeorológica de la amenaza, con datos levantados en terreno y estimaciones con datos secundarios de fuentes públicas. 

También presenta un análisis de las alteraciones físicas naturales de ambas cuencas  y un análisis de la experiencia de la comunidad de Licantén con el objetivo de comprender las experiencias y percepciones de la población afectada en relación a la inundación.

Debido a que tres estaciones fluviométricas (Teno, Lontué y Licantén) dejaron de funcionar correctamente, el informe consigna que no es posible confirmar con certeza los flujos máximos registrados durante el evento. 

No obstante, a la variable precipitaciones agrega como condición agravante las altas temperaturas, ya que durante la mayor parte del evento la isoterma 0 se mantuvo alrededor de los 3,000 metros de altura sobre el nivel del mar, bajo la cual se encuentra el 98.5% de la cuenca.

“Nuestra hipótesis es que a mayores elevaciones, las precipitaciones caídas sí superarían en mayor medida los umbrales históricos. En otras palabras, las magnitudes de agua caída fueron bastante típicas en las zonas bajas, pero no así en las zonas elevadas, donde las precipitaciones fueron más intensas”, afirma el investigador CIGIDEN y académico UC, Jorge Gironás. 

Créditos foto: Diego Salinas, equipo de comunicaciones CIGIDEN.

85 horas de lluvias 

Entre los días 3 y 5 de julio de 2023, las y los expertos de CIGIDEN realizaron un levantamiento rápido de las marcas de agua dejadas por la inundación en la zona de Licantén para registrar el nivel máximo alcanzado. “Este levantamiento fue complementado por vuelos dron que nos permitieron confeccionar imágenes orto-otogramétricas de alta resolución en tres sectores específicos que son: la estación de la Dirección General de Aguas, el hospital y el centro de Licantén y que pudimos complementar con la estimación satelital de la de inundación provista por la Agencia Aeroespacial Alemana (DLR)”, señala el documento. 

Según el informe de CIGIDEN, el análisis preliminar del evento de precipitación de junio proporciona una visión general de lo ocurrido en la cuenca del Río Mataquito, donde el evento se caracterizó por tener una duración significativa, con casi 85 horas ininterrumpidas de agua caída, acumulándose 320 mm en total, en promedio para toda la cuenca. “La inundación en las cercanías de Licantén producto de la crecida del Río Mataquito, fue más extensa que la inundación que afectó el área de Colbún en el Río Maule”, puntualiza el geógrafo UC e investigador CIGIDEN, Simón Inzunza. 

En la foto, de izquierda a derecha: Patricio Cornejo Oróstica, Coordinador de Emergencias y Desastres de la Red de Salud Maule; Nicolás Pérez, Simón Inzunza y Nikole Guerrero (CIGIDEN) en el Hospital provisorio de LicanténCréditos fotos: Gabriela Cortés, equipo de comunicaciones CIGIDEN.

Comunas afectadas se caracterizan por baja escolaridad e ingresos

Para la inundación de junio y agosto de 2023, todas las comunas afectadas son parte del rango de menores ingresos (0-40%) y se caracterizan por una baja escolaridad. Asimismo, el informe de CIGIDEN consigna tres grandes tipos de daño físico: a) daños a la infraestructura de la vivienda (como paredes, pisos, sistemas eléctricos etc.), b) daños a los enseres y elementos internos de la vivienda (como muebles, camas, artículos de cocina, alimentos etc.), y por último, c) daño sufrido alrededor de la vivienda (como jardines, invernaderos, huertos etc.).

“Si bien, se podría considerar más sobresaliente el daño a las casas y las pérdidas de enseres, también existe daño a sistemas de subsistencia, tanto por la afectación directa de negocios, fuentes laborales y predios agrícolas, pero también la afectación de pequeños huertos e invernaderos, así como la pérdida de aves de corral y otros animales que utilizaban las familias para el autoconsumo”, subraya la socióloga Katherine Campos. 

Al mismo tiempo, la experta indica que existe un daño psicológico y emocional, relacionados con la experiencia misma del desastre. “Hemos identificado dos grandes dimensiones de temporalidad y espacialidad del daño, que proponemos entender como el daño inmediato y el daño colateral”, señala la experta CIGIDEN. 

En la foto, de izquierda a derecha: Nikole Guerrero, Yvonne Merino y Simón Inzunza (CIGIDEN) junto a vecinas de Constitución y SECPLAN – Créditos foto: Gabriela Cortés, equipo de comunicaciones CIGIDEN.

Importancia de la memoria de los desastres 

El documento de CIGIDEN considera relatos de los habitantes de la comuna de Licantén, quienes señalaron que si bien “no llovió tanto en el pueblo, cómo sí había ocurrido en la inundación del 2008, el aumento del caudal del Río Mataquito comenzó a inquietar a la comunidad”. En este sentido, las y los científicos de CIGIDEN, destacan que la memoria histórica de eventos anteriores fue clave, pues con esa experiencia tanto las autoridades locales, como los vecinos comenzaron a monitorear la crecida del río. 

“En concreto, el monitoreo y la alerta fue realizada por los actores locales, donde jugaron un rol importante la organización vecinal espontánea para vigilar el río, y los medios de difusión de información informales, como grupo de WhatsApp, redes sociales de concejales, vecinos y organizaciones de la zona”, plantea el investigador principal de CIGIDEN y académico del Instituto de Sociología UC, Manuel Tironi. 

En cuanto a  la organización de la respuesta ante la emergencia, el informe identifica dos grandes momentos: Un momento inicial de respuesta y evacuación con familiares, amigos y de monitoreo con vecinos, y un segundo momento de coordinación vecinal más extensa, contingente y autogestionada.

En la foto, Mireya Hevia, quién vive en el Puente Paula que cruza el río Mataquito – Créditos foto: Gabriela Cortés, equipo de comunicaciones CIGIDEN.

Recomendaciones y aprendizajes para la reconstrucción y recuperación 

  1.  Implementar sistemas de monitoreo y alerta temprana en cuencas de cordillera a mar. Para esto se requiere urgentemente una capacidad de monitoreo meteorológico en línea y continuo sobre los 1.000 m.s.n.m. de elevación. A pesar de que las estaciones sobre esta cota proveen información de alta relevancia, son muy escasas en el país.
  1. Desarrollar formas de habitar que consideren y dialoguen con las amenazas del entorno. Es clave la delimitación de las zonas de amenaza por inundación (y otros peligros), lo que permitiría tomar decisiones referida a la ubicación de actividades, infraestructura y personas según el nivel de riesgo que se quiera asumir. 
  1. Fortalecer la planificación territorial y elaboración de mapas de riesgo y de amenazas. A nivel de planificación territorial, se sugiere incorporar áreas de riesgo en los Instrumentos de Planificación Territorial, especialmente en el Plan Regulador Comunal. Estos instrumentos pueden optimizar el desarrollo de la forma urbana en áreas expuestas a amenazas, especialmente en lo que respecta a la vulnerabilidad, lo que contribuiría a mitigar o aumentar el riesgo de desastres de origen natural. 
  1. Invertir en proyectos de infraestructura crítica resilientes. Se recomienda actualizar las metodologías de evaluación social de proyectos de infraestructura, en particular, aquellos relacionados con infraestructura pública crítica, para ponderar de mejor forma los beneficios (o control de pérdidas potenciales) que permitan potenciar decididamente, los procesos de control/reducción del riesgo de desastres y adaptación al cambio climático que requiere el país.
  1. Los procesos de reconstrucción y recuperación deben ser comunicados y socializados con los habitantes de las zonas afectadas y considerar apoyo psicológico.
  1. Considerar características propias de un evento de inundación en los procesos de respuesta a la emergencia. Posterior de una inundación el barro que entra a las casas (“petro”), se endurece rápidamente una vez que baja el nivel del agua, por esa razón las personas necesitan iniciar inmediatamente labores de limpieza, retiro de escombros y enseres en mal estado, para evitar que la humedad y la pudrición avance. Esto significa que no pueden esperar semanas para la evaluación de daños, y en este sentido, se recomienda agilizar los procesos de levantamiento de información. 
  1. Participación ciudadana en los Cogrid para la prevención y mitigación. Los COGRID COMUNALES deberían integrar de forma permanente a representantes de la sociedad civil y organizaciones de la comunidad. También, deberían ser activados los COGRID en los demás niveles político administrativos (provincia-región), y fortalecer el trabajo y comunicación con los municipios.
  1. Mejorar procesos de comunicación y sensibilización frente a procesos de alerta y respuesta a emergencias.
  1. Educación para prevenir desastres futuros.
Créditos foto: Diego Salinas, equipo de comunicaciones CIGIDEN.

*Participaron en la elaboración de este informe: 

Análisis satelital: Lester Olivares, Gabriel González, CIGIDEN & Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile; Gabriel Matabenítez, Universidad Católica del Norte, Antofagasta, Chile.

Caracterización amenaza: Jorge Gironás, Eduardo Viollier, Rodrigo Cienfuegos, Benedikt Hora, CIGIDEN & Pontificia Universidad Católica de Chile. Con el apoyo de Juan Andrés Silva de la Fundación Refugia (imágenes dron), Lester Caravaca, y la Agencia Aeroespacial Alemana (DLR).

Experiencia y percepción comunidad afectada: Manuel Tironi, Katherine Campos, Yerko García CIGIDEN & Pontificia Universidad Católica de Chile; Iván Ojeda, CIGIDEN, Pontificia Universidad Católica de Chile & Universidad Católica del Norte. 

Efectos físicos y sociales de las inundaciones en Maule y Mataquito: Carolina Martínez, Nikole Guerrero, Simón Inzunza, Jorge Qüense, Malcom Bonet, Yvonne Merino, CIGIDEN & Pontificia Universidad Católica de Chile; Moisés Villarroel, Universidad de Chile; Nicolás Pérez, Universidad de Heidelberg; Javiera Zúñiga, CIGIDEN.